miércoles, 20 de octubre de 2010

Campeche vive el Cine Pobre

Por Abel Álvarez

La Muestra del Festival Internacional del Cine Pobre Humberto Solás en Campeche, además de ser ese sitio de encuentro entre amigos del cine, y porqué no reconocerlo, personales, encontró un espacio en estas tierras de piratas del sur de México. Desde hacia varios meses un grupo de soñadores comenzamos a gestar el proyecto. Momentos de vacilación ante la apatía de algunos, hoy en el poder, envolvió a algunos; pero siempre existía el espíritu aglutinador del “sí se puede hacer”.

Cada día quedaba menos para la fecha prevista del inicio, algunos se retiraron, aunque fueron los menos, otros llegaban con más energía e ideas que enriquecían lo que queríamos hacer. Las tareas de cada quien se ejecutaban sin vacilación. Surgían nuevas ideas y más trabajo, y la fecha se acercaba.

Llegó el 30 de septiembre, los nervios a flor de piel, si todo salía bien en el arranque, lo demás sería más fácil. ¿Pero por qué el inicio era tan preocupante? Primero, la inauguración en el parque principal donde se había previsto la proyección de películas durante los días del evento, un “no me olvide” al cine de barrio. Por otro lado se logró hacer realidad el sueño de tener “cine en el cine”; y es que esta frase de María Eugenia de Río, presidenta de la Fundación Casa Vieja del Río, tiene su explicación: Después de muchos años un edificio ícono de la arquitectura de los cincuenta en Campeche, y convertido en un estacionamiento, lograba, otra vez, proyectar una película. Se escogió para la ocasión “Gibara, ciudad abierta” de Carlos Barba, documental que recoge el testimonio de los primeros cinco años del Festival del Cine Pobre en Gibara, Cuba. La emoción invadió a muchos campechanos que vieron filmes allí y volvieron a experimentar lo que era estar dentro del cine Selem, sin automóviles invadiendo sus predios. Hasta los que no vivimos esa historia ya contada en el documental “La vida a través del cine” de Daniel Lares, sentimos ese deseo del rescate de un espacio que muchos añoran; hasta los más jóvenes en esta ciudad quisieran que existiera para poder sentirse parte del recuerdo de sus padres.

Y para seguir las mismas pretensiones de Humberto Solás otras expresiones como la música con el cuarteto de jazz de Alejandro Morá, y la exposición de Alicia Rocha “Zonas erógenas, genes y algún escalofrío”, completaron el coctel de bienvenida en la velada del Selem.

Después siguieron más y más proyecciones por todas partes, sin precedente en la ciudad, para muchos no era una muestra sino un festival por el alcance para ser la primera vez. Igualmente hubo presentaciones por parte de los realizadores de muchos de los filmes exhibidos, cubanos y mexicanos; charlas con estudiantes de comunicación del Instituto Campechano; el Aula Magna de esta casa de estudios acogió una de ellas, la conferencia del camarógrafo y hoy profesor de la especialidad de cine Jorge Pucheux “La truca, antecedente de los efectos visuales digitales en el cine” y así llegaron los aplausos, entrevistas, reconocimientos del público presente en cada lugar.

Lo cierto es que la Muestra del Festival Internacional del Cine Pobre Humberto Solás en Campeche logró su cometido, y con creces, llevar películas a la gente para la que habitualmente el visitar un cine es un lujo.


foto: Miguel Márquez

viernes, 1 de octubre de 2010

Carta de Bienvenida

María E. del Río
Presidenta Fundación Casa Vieja del Rio

En Campeche por años el cine representó el único entretenimiento para sus ciudadanos, elemento democratizador que reunió en un mismo espacio a todas las capas que conformaron nuestra sociedad. Desde las butacas del cine, algunas cómodas y otras no tanto, develamos los claroscuros de la realidad, el cine a través de la ficción, nos permitió asomarnos a los grandes y eternos temas sociales, a otros modos de vida, costumbres y entornos y de manera casi natural influyó en nuestra manera de pensar, actuar, hablar, vestir y amar.

El asistir al cine de las cinco y luego “dar vueltas al parque” era un ritual sagrado que domingo a domingo repetíamos con una devoción casi religiosa. Ya en los setenta se sentía la presencia y desplazamiento brutal de la filmografía nacional por la norteamericana con sus secuencias rápidas y violentas, casi sin sentirlo fuimos dejando atrás la gracia de Tin-Tan y la fuimos sustituyendo por Jerry Lewis y su mímica tonta, proceso por demás antiguo dado el origen de nuestra industria cultural. México, como tantos otros países en desarrollo, fue receptor de diversos artilugios como el cinematógrafo, los discos, el aparato radiofónico y el televisor, productos que fue¬ron desarrollados en los países con un capitalismo avanzado y que a su proceso de desarrollo interno siguió el de expansión y diversificación.

Las coyunturas históricas que dieron origen a la industria fílmica nacional, como el éxito de “Allá en el Rancho Grande” (1936) le permitieron competir medianamente con las empresas productoras más poderosas del mundo, como la norteamericana y la francesa. La temática de las películas de esa época se nutre de la literatura, de la prensa, de la fotografía “nacionalista” y de las historietas, entre otros, lo que convierte a nuestro cine como bien dice Aurelio de los Reyes en un medio de propaganda de las diversas formas de “nacionalismo”; es a partir de aquí cuando la cinematografía mexicana empieza a jugar un papel determinante en el concepto que tiene el mexicano de sí mismo al exaltar y mitificar una realidad contrastante que celebra la falta de recursos, la desigualdad y la pobreza y que le otorga virtudes a ésta como la solidaridad, generosidad y nobleza, concepto que no es otro sino el resultante de un sistema económico en proceso, surgido de la Revolución de 1910.

El declive del cine mexicano a partir de la década de los cincuenta volvió a poner las salas de cine a disposición de la industria norteamericana, la cual de forma hegemónica continúa produciendo filmes que mas allá de entretener enajenan, deforman y despolitizan a sus consumidores. El surgimiento de un nuevo cine mexicano en un país con una problemática social compleja y violenta nos vuelve a situar en otra coyuntura histórica que plantea por una parte la necesidad de recuperar los espacios y la preferencia del público y por otra la imposibilidad de hacerlo ante el copamiento de estos espacios por una industria extranjera, organizada y poderosa. Es aquí donde la responsabilidad de los diversos agentes culturales entra en juego, por esto Humberto Solás.

Cubano de nacimiento, universal por su acción, humanista comprometido, uno de los fundadores del Nuevo Cine Latinoamericano, dirigió la primera película cubana candidata al Oscar de la Academia de Hollywood; habiendo realizado las películas más caras de la filmografía cubana, fue también quien empezó a realizar las más baratas, mediante el uso de la tecnología digital, convencido de que: “hacer una película de compromiso con la realidad es una hazaña en cualquier parte del mundo” y para quien el artista debe influir positivamente en la trayectoria colectiva. Fundó en 2003 el primer Festival del Cine Pobre en Gibara, un pequeño puerto pesquero en la provincia oriental de Holguín, en Cuba, ahí año con año, hasta su muerte en 2008, defendió y promovió la democratización del cine, mediante la reducción de costos de producción, el rescate del cine de autor y sobre todo la independencia de los cineastas o videoastas ante las grandes productoras transnacionales. Un cine que bien llamó “invisible” para las mayorías, entre las cuales nos encontramos los campechanos.

La Fundación Casa Vieja del Río está consciente que el público, como señala Margulis, son seres humanos con potencia creadora que reciben, además de los mensajes de la cultura de masas, los mensajes que emanan de la realidad social, económica y política que les toca sufrir. Con la Muestra del Cine Pobre de Humberto Solás en Campeche se tiende un puente entre un cine digital de alta calidad y contenido y un público ávido, eso espero, por conocer nuevas opciones y tendencias del arte cinematográfico. Tenemos esperanza que el mostrar lo que se está haciendo en otras latitudes del planeta, sirva de incentivo para que los ciudadanos de esta región de México, cineastas o no, se atrevan a realizar un ejercicio de creación y plasmen digitalmente una realidad cercana, que encierre la memoria de nuestra cultura.

Foto Miguel Márquez

Acompañando al Cine Pobre de Humberto Solás

Sergio Benvenuto Solás
Director del Festival en Cuba

La defensa del cine de bajo presupuesto como alternativa de democra¬tización de la producción cinematográfica, a su vez, la búsqueda continuada de un ámbito espiritual que permitiera agrupar a personas identificadas con principios éticos afines, fueron los pilares fundamentales del proyecto fundacional del Festival Internacional del Cine Pobre. Ambos elementos, se precisaba que acompañaran la compleja dicotomía calidad-sencillez de cada átomo del boceto del primer Festival.

Humberto Solás, que no era para nada un hombre ingenuo, lo diseñó como un conjunto armónico de confluencias indispensables. Gibara, su Festival, convocaría a un grupo heterogéneo de personas unidos por afinidades espirituales y filosóficas, que encontrarían en el proyecto audiovisual una oportunidad única para reflexionar, planear y especial¬mente acometer acciones de envergadura internacional, en un ambien¬te humano y cálido, y desintoxicado de protocolos.

El certamen y sus proyectos derivados han logrado trascender hasta el presente como espacios de discusión vital. Allí en Gibara se gestó un proceso a contracorriente cometido con frescura y rigor. Ello ocurría en un momento en que los cineastas se tropezaban habitualmente con anquilosados festivales y escasos espacios de asociación concebidos para el medio cinematográfico. En este contexto, Solás construyó su Festival como si rodara un filme, creando una puesta en escena desenfadada y a la vez rigurosa, que estaría acompañada por una importante propuesta social y comunitaria, que acogería no solo a cineastas, sino también a muchísimos artistas e intelectuales de las demás manifestaciones y de numerosos países.

El Cine Pobre de Humberto Solás se gesta en un contexto de giro, que está ocurriendo en el año 2001 y su debut real en abril de 2003; ya que tanto en Cuba como en el extranjero florece una ilusión por una de¬mocratización sin precedentes en el arte cinematográfico, a partir de la enorme comercialización de la tecnología audiovisual digital a precios asequibles para los cineastas, generándose una expectativa de inde¬pendencia real por parte de los autores.

La opción de grabar en video digital potenció un sin número de producciones de gran libertad de creación y propició, paralelamente, el surgimiento de nuevas relaciones de trabajo. En la esfera teórica creó nuevas controversias, fundamentalmente acerca de las posibilidades técnicas de las nuevas cámaras digitales, que en sus inicios no igualaban a los formatos cinematográficos.

Acerca de la organización de la producción, se comienza a pensar en la reducción de personal técnico durante las grabaciones de los filmes, temas que durante varios años constituyeron los tópicos de mayor impacto en nuestros foros y eventos teóricos de Gibara.

Desde un poco antes, ya en la década de los noventa y fundamental¬mente en el inicio del nuevo milenio, cientos de filmes digitales se produjeron, algunos de ellos de magnífica calidad. Pero desgraciadamente una gran mayoría de estas obras quedaron confinadas a los festivales de cine, a canales de difusión alternativos y a muy escasos espacios culturales que sobreviven en diversas partes del mundo; mientras tanto, la mayoría de los foros de discusión perdían la maravillosa oportunidad de diseñar, o al menos plantear, nuevas alternativas de distribución. A su vez, ignoraron cuán rápidamente la industria de la Distribución crearía nuevos mecanismos para adecuarse a los cambios tecnológicos. Ello fue desatinado e ingenuo.

La solución de la problemática de la Distribución es un tema fundamen¬tal en el cine del presente, asunto clave para que la obra cinematográfica alcance al público y retribuya su inversión a los productores y a sus autores. A pesar de ello, no es posible hoy plantearse la subsistencia del cine de autor desde una perspectiva financiera. Para avanzar en la búsqueda de soluciones al problema de la distribución cinematográfica habrá que plantearse un grupo de cuestiones éticas claves, dando por sentado de antemano que no habrá fórmulas mágicas en la industria del cine para encauzar razones artísticas y espirituales. El tiempo de reorganización de la industria de la distribución va terminando.

Por otra parte, el poder actualmente “usurpado” por los medios de co¬municación es legitimado por las propias mayorías que lo aceptan y sostienen. Diferir, proponer y romper hegemonías sigue siendo una posibilidad que poseemos nosotros, nada más que lo concibamos como un objetivo alcanzable. Pero ello requerirá de una enorme y parsimoniosa tarea de enseñanza y formación cultural del público en nuestros países.

Una segunda cuestión ha incidido en que no podamos producir un cine capaz de resarcir económicamente los gastos de su producción. Y es que buena parte de los nuevos cineastas, educados en su mayoría en colegios de Europa, Estados Unidos y de algunas capitales del resto del mundo, se instruyeron para formular esos mismos esquemas de producción que permiten afrontar los gastos de vida de unos staff acostumbrados a los parámetros de consumo de las clases medias, incluso de las clases medias altas. Esta observación nos llevará a una interrogante: ¿podrán en la actualidad, en estas condiciones, los proyectos del cine alternativo encaminarse económicamente? Obviamente, no.

Los fondos que se dedican en todo el mundo a apoyar iniciativas culturales o educativas relacionadas con el audiovisual, resultan escasos e insuficientes, y con tendencia a su reducción. Ello está acompañado por una asonada de obras cinematográficas caras y mediocres que abarrotan los diferentes espacios de difusión, repercutiendo negativamente en la formación de un público mínimamente culto.

Si no creamos primeramente nuevos consumidores que deseen disfrutar del cine de autor, asistir a una sala a aprender, a pensar, especialmente a encontrarse con nuevas propuestas estéticas, no habrá entonces destinatario para el cine verdadero. Si, además, no producimos un cine alternativo recuperable económicamente, que para ello debe ser muy modesto en recursos, ¿cómo podremos estructurar un mercado para este cine?

La gestación de un creciente movimiento del Cine Pobre unificado a partir de un credo colectivo espiritual-artístico donde se priorice la disposición de cineastas, actores y técnicos a sacrificar estatus por la construcción de un arte humano que se acerque a la vida, a los problemas del individuo, a los conflictos sociales y a las necesidades espirituales, surge como una disyuntiva anti-dogmática destinada a sobrevivir en la profesión con honestidad. Un movimiento que a través de sus festivales, foros y espacios internacionales ayudará a la consolidación de un proceso donde un público sensible y sensato prolifere, se forme y se multiplique; para que entonces cohabite este cine con el llamado cine comercial, y en la medida de lo posible se desplacen muchos de los espacios vulgares donde el audiovisual puramente lucrativo nos inunda día a día, desenfrenadamente.

Los grandes emporios de la distribución se afanan en desplazar e “invisibilizar” aquel cine pobre o aún el realizado con mayores recursos, cuando este nos obliga a pensar, desmontando para ello su base ética y espacio sensorial; proceso que se instituye en la incesante enajenación del público, lo que fomenta día a día el apogeo de su indiferencia y deviene como el fomento de su desesperanza.

En su perspectiva sobre estos tópicos, Humberto Solás abogaba por otorgarle prioridad a consolidar espacios de “no invisibilización” del cine de autor, lo que debería ser comprendido como misión primordial de las entidades audiovisuales, universidades y no solo por un grupo pequeño de entidades y festivales.

Advertía Solás, que este propósito requeriría de una solidez cultural investigativa, porque para hacer justicia al buen cine habrá que estudiarlo a profundidad, y para ello será preciso convocar a los especialistas, a las universidades y a los certámenes para crear foros de investigación-discusión; todo ello únicamente para salvaguardar y abrir modestas ventanas al cajón del cine invisible, ese depósito donde yacen moribundas centenares de las mejores obras que se han filmado.

Alertándonos sobre la necesidad de crear espacios dedicados a la salvaguarda del Cine Invisible, Humberto Solás planteaba en el año 2006: “…El intento de globalización acentúa la exclusión en el planeta. Ello comporta, definitivamente, el peligro de la implantación de un modelo único de pensamiento, sacrificando a su paso la diversidad y la legitimidad del resto de las identidades nacionales y culturales”. Luego, refiriéndose a su proyecto para la creación de un centro cultural del Cine Invisible, planteaba que su Escuela principalmente estaría “…dedicada a la investigación y cuyos destinatarios serán aquellos jóvenes que debido a su estatus social y a pesar del talento mostrado en las obras audiovisuales que han realizado, corren el peligro de la “exclusión” o de la “invisibilidad” como cineastas”.

Los jóvenes cineastas han crecido y crecerán cada día más inmersos en el entorno cibernético que constantemente ofrece nuevas herramientas y lenguajes. Ellos jugarán un importante rol en esta lucha de poder que ofrece oportunidades únicas. El filósofo, estudioso del cine digital y artista plástico canadiense Hervé Fischer en su libro “CiberPrometeo” se aventura a plantearnos: “Innovación y juventud están estrechamente asociadas en los valores sociales contemporáneos. Las metáforas de la vida ganaron el campo de la tecnología. Como si la renovación de la tecnología fuera, de ahora en más, parte tomadora en el surgimiento de la vida y su culto”.

La era digital, a pesar de su rápido desarrollo exponencial, solo está comenzando. Un universo nuevo se abre y sus incipientes herramientas en Internet nos ofrecen aún nuevos caminos para la conquista de espacios eficaces de difusión del arte, que no deben ser desaprovechados por los cineastas, teóricos y por los proyectos independientes.

En próximas ediciones del Festival, y en las muestras temáticas nacio¬nales y en las apuestas internacionales de Barcelona y Campeche, el Cine Pobre Humberto Solás reunirá a especialistas y cineastas en numerosos foros encaminados a revertir el mal que aqueja a la distribución y difusión del cine de autor. Resulta indispensable consolidar en el público una imponente base cultural-educativa cinematográfica que bombardee la dominación que hoy ejerce el mercado sobre la difusión del cine, sea este realizado con modestia de recursos o sin ella, un cine hoy “invisible” para las mayorías, pero que deberá ser rescatado de su incomprensión, censura o clandestinidad, en primer lugar, por el propio público.

Foto: Miguel Márquez

jueves, 30 de septiembre de 2010

Humberto a todas partes donde voy

Carlos Barba
Cineasta

No puedo decir que Humberto Solás fue el clásico maestro de alumnos, aunque su labor pedagógica en talleres, charlas y cursos alrededor del mundo y en Cuba, para sobrevivir humana y espiritualmente ante su inactividad de casi diez años sin estar detrás de cámara -período que comprende entre sus filmes “El siglo de las luces” y “Miel para Oshún”-, dieron fe de que el gran cineasta cubano llegó al corazón de cada uno de sus alumnos, talleristas o estudiantes en escuelas de cine. Humberto nunca me dijo: “esto se hace así”, no, en mi caso, yo tuve que “mon¬tarme” en el tren del cine junto con él y no perderle ni pie ni pisada en los encuentros, festivales y filmaciones en las que tuve la suerte de participar. Fuimos amigos, y ahí creo que estuvo la fórmula ideal de la relación: en el set de “Barrio Cuba” me sentía muy cómodo en el rol de asistente de dirección, aunque en la noche, tomáramos un café en La Habana Vieja o en su casa, reviviendo las horas anteriores de rodaje. Por eso, Humberto siempre enseñó, en el plató o durante un café, y ya a ese nivel podía confundir fácilmente al amigo y al maestro.

Una vez, mientras filmaba su documental “Gran Caribe”, en Santiago de Cuba, hace ya unos años, supe inmediatamente que Humberto So¬lás y su intachable actitud como director cinematográfico constituían una Escuela que no enseñaría de la manera ortodoxa, las claves él te las daba a cada paso, a cada instante, en cada gesto, si estabas cerca, de¬bías estar siempre atento, y a mí me gustó esa propuesta. A partir de ahí realicé una serie de documentales sobre su cine y su figura, que ya antes había ensayado en teoría cuando articulaba mi tesis de grado sobre su versión de la novela de Alejo Carpentier.

La muerte de Humberto me sorprendió aquí, en tierras mexicanas, y cuando regresé a Cuba dije que La Habana no era lo mismo sin él, y aunque varios amigos, con mucha razón, me decían una y otra vez, que Humberto no se había ido, cosa de la que yo estoy más que convencido, era comprensible en mi caso, que estuve lejos cuando el triste aconte¬cimiento. Sin embargo, Humberto nos dejó, además de sus filmes, ese serial de seis episodios, como diría Sergio Benvenuto, que es el Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara, hoy justamente renombrado de “Humberto Solás”. Los que estuvimos cerca de Humberto tenemos el compromiso de seguir adelante con este proyecto, y apoyar desde dis¬tintos frentes, la continuación de ese serial para que se siga nutriendo de capítulos inacabables. Por eso, en Campeche, ahora extendemos el movimiento del Cine Pobre, con la inauguración de esta Muestra, po¬sible y fructífera, donde se proyectarán películas galardonadas en los ocho festivales anteriores; presentaciones especiales, proyecciones en las colonias populares, conferencias y taller sobre cine digital, exposi¬ciones, ciclo de películas y documentales de y sobre Humberto Solás, in¬tercambio con invitados, y una atractiva programación cinematográfica alternativa. Trasladar hasta aquí el espíritu de los encuentros de Gibara, que también ha viajado por España y Chile, es ahora una prioridad de la Fundación Casa Vieja del Río como sociedad civil campechana que lidera esta idea, un tributo más al autor de “Lucía”.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Adela Legrá, rostro del cine latinoamericano estará en la Muestra de Cine Pobre en Campeche

En homenaje a la actriz cubana Adela Legrá
Santiago de Cuba, 2008.

guión y dirección: Ramón Ramos
música: Esteban Puebla, Carlos Alfonso, Elle Valdés, X Alfonso, Grupo Síntesis
para Miel para Oshún,(2001), filme de Humberto Solás.


Campeche en la Muestra de Cine Pobre con "LA VIDA A TRAVÉS DEL CINE"

Proyecto ganador del PECDA en Patrimonio Cultural. Nominado a mejor investigación documental del año en el Festival Pantalla de Cristal 2009.


Un documental de Daniel Lares Muñoz


Proyecciones en la Muestra del Festival Internacional del Cine Pobre de Humberto Solás en Campeche

Lugar: Parque Principal
Domingo 3 de octubre
Hora: Inicio de proyecciones 7.30 PM

martes, 28 de septiembre de 2010

De Costa Rica "El Camino" de Ishtar Yasin en la Muestra de Cine Pobre en Campeche

"El Camino", la película costarricense más premiada en la historia de Costa Rica. Este es el primer largometraje centroamericano en ser elegido para un festival de categoría mayor, la Berlinale, FORUM 2008 y en participar en el Pabellón del Sur de Cannes.

La directora Ishtar Yasin realizó el XV largometraje costarricense y ha recibido 7 premios internacionales.

Proyecciones en la Muestra del Festival Internacional del Cine Pobre de Humberto Solás en Campeche

Lugar: SECRETARIA DE CULTURA-Auditorio Hernán Loría
domingo 3 de octubre
Hora: Inicio de proyecciones 8:00 pm