lunes, 10 de mayo de 2010

HUMBERTO SOLÁS POR HUMBERTO SOLÁS

RAFAEL GRILLO
Gibara 2010

Imagino que tengo delante a Humberto Solás. La piel alba y la cabeza nevada como cumbre de montaña. Camisa blanca y pantalones beige. Una sonrisa pulcra en el rostro, cual si encarnara beatitud de arcángel. Exteriormente impoluto, aunque se le adivinen todos los demonios que adentro lleva, como cualquier ser humano… Imagino, pues solo eso cabe en esta hora, cuando no es posible ya poner la vista sobre la envoltura material, de carne, hueso y sangre, que encubrió una pasión y una inteligencia nombrada Humberto Solás… Por suerte, el recuerdo guarda fresca la huella de la mañana aquella en que lo entrevisté, de las jornadas en que lo contemplé afanado en el rodaje de Barrio Cuba, de tantos días y noches en el Festival de Gibara… Por suerte, la memoria de sus palabras quedó impresa en el sólido papel de revistas y periódicos o deambula por el increíble universo digital de Internet, aspirando a una eternidad a la que no se le supone fin, como a los mortales, en una fecha precisa… Imagino, compilo y extraigo, lo recupero… Regreso a la vida a Humberto Solás en esta conversación fantástica, que pudo haber ocurrido en las vísperas de la octava edición del Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara.

¿Autorretrato?

Soy un hombre de la Revolución, pero sin hacer guiños, sin complacencia, crítico con la sociedad y con la historia de mi país, consecuente con mis principios. Por lo tanto, he sido un cineasta incómodo, aunque no siempre, claro… Por otro lado, no me da miedo el fracaso y tengo una voluntad inconformista, por eso no soy una persona que me repita; el mimetismo de autor, el narcisismo, la tautología de autor no me interesan...

¿Visión ética y estética del cineasta?

El nacimiento del cine marcó una nueva posibilidad a la expresión del hombre. El cine ejemplifica la búsqueda eterna de la unidad por parte del hombre. Es en sí mismo un camino y recibe todos los aluviones que puedan enriquecerle sin quedar supeditado a ninguno…

Quizás como una visceral necesidad ante tanto panfleto de la despersonalización y la desideologización, de tanto neocosmopolitismo, afín a la idea de un mundo de la globalización en la era postmoderna, por doquier asistimos a una renovación de la utopía humanística en los inicios de este nuevo milenio. Renovación que tiene su más marcada expresión en el mundo del subdesarrollo y está vinculada, inexorablemente, a las nuevas tecnologías y a la eventual democratización de la profesión, expresada a través de la revolución que genera la digitalización y otras innovaciones que propiciarán, en el futuro próximo, una verdadera reubicación del actual panorama fílmico.

El artista no debe perder la oportunidad de influir positivamente en una trayectoria colectiva, ni hacer compromisos con el conservadurismo, con la pasividad, ni con la mentira, y si hace esto es que ha firmado un pacto con el diablo. Yo propongo la disolución de la doble moral, la plasmación sincera de nuestros criterios; y no veo en eso el menor riesgo de claudicación, sino, por el contrario, la terapia, el saneamiento de la sociedad.

¿Tus películas?

A mí no se me debe preguntar sobre lo que yo pienso de mis películas, porque soy el mayor detractor de ellas. Creo que Lucía es una película muy irregular… dicen que es un clásico, bienvenida sea la aseveración. No siento por ella ninguna nostalgia, lo que hay es un orgullo sano por haber hecho esa película, porque haya significado una ventana para la cultura cinematográfica cubana a nivel universal y que yo haya sido el autor de esa obra. Lucía es siempre un diálogo sobre el presente, ya que el pasado solo actúa en la medida en que expresa los condicionamientos culturales, sociales y psicológicos que han definido nuestro particular estilo de vida nacional.

Un día de noviembre constituyó un impasse. Yo había querido realizar un filme denso y contenido, ajeno a paroxismos y próximo a una literatura reposada. Quise, en aquel momento, hacer la crónica de la clase media urbana comprometida con la Revolución, a finales de la década del 60 e inicios de los 70, o sea, antes y después de la zafra de los Diez Millones y el Primer Congreso de Cultura.

Cantata de Chile representó el desafío de aunar el alto compromiso ideológico a formas de expresión que tradujesen la novedad de unas ideas políticas que yo me sentía incapaz de expresar dentro del marco de la tradición. Lo considero mi filme más corrosivo y provocador.

Cecilia me parece que es mi mejor película. Es la más estudiada y la que fue hecha con más rigor. Claro, uno siempre defiende al hijo que ha sufrido más... Fue un ejercicio de libertad para mí. Cecilia Valdés, la novela de Villaverde, es un clásico, sí, pero es un clásico con el cual yo no me identificaba a esas alturas del siglo XX, y lo remodelé a mi gusto.

Con Un hombre de éxito me planteé hacer un filme histórico no por la incidencia en el pasado, sino porque este puede estar vigente como polémica viva dentro de nuestra sociedad. Con relación al costo, la película da una impresión muy falsa. Yo no tenía recursos para escenografía y vestuario, pero en el ICAIC, durante 30 años, y aunque en malas condiciones, se ha conservado un stock de vestuario y un staff de directores artísticos, escenógrafos y vestuaristas de mucho nivel. Un hombre de éxito se realizó con nada.

El siglo de las luces establece una continuidad con mi obra precedente, porque propone un tema que me obsesiona desde siempre: la relación sociedad-individuo. La experiencia social del siglo XVIII tiene una contemporaneidad extraordinaria. Estamos ante acontecimientos históricos que posibilitan reflexionar seriamente sobre el vínculo, armónico o contradictorio, entre liberación social y comportamiento individual. Sin dejar de ser fiel a la novela de Carpentier, creo que aporté mi «traducción» personal.

Miel para Oshún no significa un culto a la espontaneidad y a la improvisación, pues yo hago un trabajo de dirección artística muy profundo y detallado. Sí quería hacer un cine de liberación personal indiscutible, que pusiera a prueba si realmente puedo sentirme como un individuo, con verdadera identidad.

Barrio Cuba es la película que siempre quise hacer. Una película sincera, un testimonio de la época que vivimos, donde lo más importante son los valores que resalta: la solidaridad, la reunificación familiar, la unidad nacional, en un momento en que estos valores están amenazados. Mi gran reto era hacer un cine tremendamente humanista, que revelara la idiosincrasia y la realidad del cubano, sin caer en la sensiblería, pero tampoco con miedo a enfocarme en lo emocional.

¿Ayer y hoy del cine cubano?

Yo estoy muy orgulloso de ser cineasta cubano. El cine cubano ha jugado un papel social extraordinario dentro de la vida cultural del país. La década del 60 se caracterizó por un autorreconocimiento como nación, y hubo un gran regocijo, una explosión creativa. Pero yo nunca miro al pasado. La gente habla de la época de oro del cine cubano: Memorias del subdesarrollo, Lucía, La primera carga al machete… En ese momento, un momento irrepetible, dimos todo lo que teníamos que dar. Cuba, como cualquier otro país, se define por décadas, surgen retos nuevos… Hemos pasado años sin hacer cine, obligados por las circunstancias económicas o por las incomprensiones de los que deciden. En fin, hemos sufrido.

Pero hoy existe un renacer del cine cubano, con jóvenes independientes haciendo sus primeros largometrajes, un cine autóctono, netamente cubano. Los nuevos cineastas heredan esa tradición partiendo de concepciones estilísticas y conceptuales distintas, son muy irrespetuosos en el buen sentido, no hay conformismo y esto me agrada mucho.

El cine cubano tiene una gran relación con el público, especialmente por su capacidad iconoclasta; un cine que salvo excepciones no se caracteriza por ser oficialista o de propaganda política, sino por su visión crítica y autocrítica de la realidad. Han de ser las fuerzas vivas, la inteligencia de la nación, las que se ocupen de esa realidad, justamente evitando su deterioro, su deslegitimación.

Para seguir llamándose revolucionario, el cine cubano no puede ser conservador, debe ser un cine que apunte a aquellos aspectos de la realidad que merecen un enjuiciamiento, pero sin olvidar que a la capacidad ética de ser sincero ha de sumarse la ambición estética.

¿Cine pobre: la aventura de Gibara?

La noche del estreno de Miel para Oshún en Gibara fue muy contradictoria, porque yo había filmado aquí una secuencia donde se robaban una bicicleta, y cuando los espectadores vieron aquella escena se disgustaron, porque es una ciudad que es un paradigma de comportamiento civil. Yo había imaginado ya la idea de un festival donde se exhibieran películas de muy bajo presupuesto, y les lancé la propuesta de hacerlo en Gibara. Desde luego que les gustó la idea, y ahí comenzó toda una aventura donde yo tuve quijotescamente que enfrentarme a todos los dragones, a toda la mordacidad, la sorna, la risa, el escarnio, de mucha gente que se burlaba de la idea de un festival de películas pobres.

Pero el Cine Pobre no es cine carente de ideas o de calidad artística, sino aquel que se hace con restringida economía y que implica aprovechar esa misma revolución tecnológica que impulsa la globalización y la brecha entre naciones ricas y pobres, pero en sentido inverso. En el Cine Pobre no hay ortodoxia, nadie está obligado a una ideología estética, no es esa cosa cerrada de Dogma; la única prédica es una ética de cineasta. El Cine Pobre te da una gran libertad de autor; como artista tú eres muy libre, pero te tienes que acomodar a un presupuesto.

Por otra parte, el Festival invita a las manifestaciones de las artes plásticas, manifestaciones musicales y manifestaciones de artes escénicas, para que el evento no solo sea de cine, sino de todas las artes que contribuyen al arte cinematográfico.

Fuentes:

Todo sobre Humberto Solás, blog de José Antonio García Borrero (http://cine-cubano-la-pupila-insomne.nireblog.com)

La película que siempre quise hacer, entrevistado por Rafael Grillo, La Jiribilla, 2004.

Barrio Solás, Rafael Grillo, El Caimán Barbudo, 2008.

Dossier Los pasos y las huellas. Humberto Solás en la cultura cubana, varios autores, Cine Cubano 170, 2008.

Acerca de una estética del Cine Pobre, Humberto Solás, Diario del 5to. Festival del Cine Pobre.

Sorteando los riesgos de la franqueza. Entrevista a Humberto Solás, Joel del Río, Cine Cubano 160-161.

Humberto Solás, a un año de su desaparición física, blog de Carlos Barba (http://carlosbarbaab.blogspot.com/)

Humberto Solás, entrevistado por Carlos Barba para el documental Memorias de Lucía (http://carlosbarbaab.blogspot.com/)

Humberto Solás: La reinvención del cine cubano en el tiempo, entrevistado por Julio Moreno (http://sergiotrabucco.wordpress.com/2007/07/04/)

Cine y compromiso. Humberto Solás: por un arte inconforme, Lucía López Coll, La Gaceta de Cuba.

Imagino que tengo delante a Humberto Solás. La piel alba y la cabeza nevada como cumbre de montaña. Camisa blanca y pantalones beige. Una sonrisa pulcra en el rostro, cual si encarnara beatitud de arcángel. Exteriormente impoluto, aunque se le adivinen todos los demonios que adentro lleva, como cualquier ser humano… Imagino, pues solo eso cabe en esta hora, cuando no es posible ya poner la vista sobre la envoltura material, de carne, hueso y sangre, que encubrió una pasión y una inteligencia nombrada Humberto Solás… Por suerte, el recuerdo guarda fresca la huella de la mañana aquella en que lo entrevisté, de las jornadas en que lo contemplé afanado en el rodaje de Barrio Cuba, de tantos días y noches en el Festival de Gibara… Por suerte, la memoria de sus palabras quedó impresa en el sólido papel de revistas y periódicos o deambula por el increíble universo digital de Internet, aspirando a una eternidad a la que no se le supone fin, como a los mortales, en una fecha precisa… Imagino, compilo y extraigo, lo recupero… Regreso a la vida a Humberto Solás en esta conversación fantástica, que pudo haber ocurrido en las vísperas de la octava edición del Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara.
¿Autorretrato?
Soy un hombre de la Revolución, pero sin hacer guiños, sin complacencia, crítico con la sociedad y con la historia de mi país, consecuente con mis principios. Por lo tanto, he sido un cineasta incómodo, aunque no siempre, claro… Por otro lado, no me da miedo el fracaso y tengo una voluntad inconformista, por eso no soy una persona que me repita; el mimetismo de autor, el narcisismo, la tautología de autor no me interesan...
¿Visión ética y estética del cineasta?
El nacimiento del cine marcó una nueva posibilidad a la expresión del hombre. El cine ejemplifica la búsqueda eterna de la unidad por parte del hombre. Es en sí mismo un camino y recibe todos los aluviones que puedan enriquecerle sin quedar supeditado a ninguno…
Quizás como una visceral necesidad ante tanto panfleto de la despersonalización y la desideologización, de tanto neocosmopolitismo, afín a la idea de un mundo de la globalización en la era postmoderna, por doquier asistimos a una renovación de la utopía humanística en los inicios de este nuevo milenio. Renovación que tiene su más marcada expresión en el mundo del subdesarrollo y está vinculada, inexorablemente, a las nuevas tecnologías y a la eventual democratización de la profesión, expresada a través de la revolución que genera la digitalización y otras innovaciones que propiciarán, en el futuro próximo, una verdadera reubicación del actual panorama fílmico.
El artista no debe perder la oportunidad de influir positivamente en una trayectoria colectiva, ni hacer compromisos con el conservadurismo, con la pasividad, ni con la mentira, y si hace esto es que ha firmado un pacto con el diablo. Yo propongo la disolución de la doble moral, la plasmación sincera de nuestros criterios; y no veo en eso el menor riesgo de claudicación, sino, por el contrario, la terapia, el saneamiento de la sociedad.
¿Tus películas?
A mí no se me debe preguntar sobre lo que yo pienso de mis películas, porque soy el mayor detractor de ellas. Creo que Lucía es una película muy irregular… dicen que es un clásico, bienvenida sea la aseveración. No siento por ella ninguna nostalgia, lo que hay es un orgullo sano por haber hecho esa película, porque haya significado una ventana para la cultura cinematográfica cubana a nivel universal y que yo haya sido el autor de esa obra. Lucía es siempre un diálogo sobre el presente, ya que el pasado solo actúa en la medida en que expresa los condicionamientos culturales, sociales y psicológicos que han definido nuestro particular estilo de vida nacional.
Un día de noviembre constituyó un impasse. Yo había querido realizar un filme denso y contenido, ajeno a paroxismos y próximo a una literatura reposada. Quise, en aquel momento, hacer la crónica de la clase media urbana comprometida con la Revolución, a finales de la década del 60 e inicios de los 70, o sea, antes y después de la zafra de los Diez Millones y el Primer Congreso de Cultura.
Cantata de Chile representó el desafío de aunar el alto compromiso ideológico a formas de expresión que tradujesen la novedad de unas ideas políticas que yo me sentía incapaz de expresar dentro del marco de la tradición. Lo considero mi filme más corrosivo y provocador.
Cecilia me parece que es mi mejor película. Es la más estudiada y la que fue hecha con más rigor. Claro, uno siempre defiende al hijo que ha sufrido más... Fue un ejercicio de libertad para mí. Cecilia Valdés, la novela de Villaverde, es un clásico, sí, pero es un clásico con el cual yo no me identificaba a esas alturas del siglo XX, y lo remodelé a mi gusto.
Con Un hombre de éxito me planteé hacer un filme histórico no por la incidencia en el pasado, sino porque este puede estar vigente como polémica viva dentro de nuestra sociedad. Con relación al costo, la película da una impresión muy falsa. Yo no tenía recursos para escenografía y vestuario, pero en el ICAIC, durante 30 años, y aunque en malas condiciones, se ha conservado un stock de vestuario y un staff de directores artísticos, escenógrafos y vestuaristas de mucho nivel. Un hombre de éxito se realizó con nada.
El siglo de las luces establece una continuidad con mi obra precedente, porque propone un tema que me obsesiona desde siempre: la relación sociedad-individuo. La experiencia social del siglo XVIII tiene una contemporaneidad extraordinaria. Estamos ante acontecimientos históricos que posibilitan reflexionar seriamente sobre el vínculo, armónico o contradictorio, entre liberación social y comportamiento individual. Sin dejar de ser fiel a la novela de Carpentier, creo que aporté mi «traducción» personal.
Miel para Oshún no significa un culto a la espontaneidad y a la improvisación, pues yo hago un trabajo de dirección artística muy profundo y detallado. Sí quería hacer un cine de liberación personal indiscutible, que pusiera a prueba si realmente puedo sentirme como un individuo, con verdadera identidad.
Barrio Cuba es la película que siempre quise hacer. Una película sincera, un testimonio de la época que vivimos, donde lo más importante son los valores que resalta: la solidaridad, la reunificación familiar, la unidad nacional, en un momento en que estos valores están amenazados. Mi gran reto era hacer un cine tremendamente humanista, que revelara la idiosincrasia y la realidad del cubano, sin caer en la sensiblería, pero tampoco con miedo a enfocarme en lo emocional.
¿Ayer y hoy del cine cubano?
Yo estoy muy orgulloso de ser cineasta cubano. El cine cubano ha jugado un papel social extraordinario dentro de la vida cultural del país. La década del 60 se caracterizó por un autorreconocimiento como nación, y hubo un gran regocijo, una explosión creativa. Pero yo nunca miro al pasado. La gente habla de la época de oro del cine cubano: Memorias del subdesarrollo, Lucía, La primera carga al machete… En ese momento, un momento irrepetible, dimos todo lo que teníamos que dar. Cuba, como cualquier otro país, se define por décadas, surgen retos nuevos… Hemos pasado años sin hacer cine, obligados por las circunstancias económicas o por las incomprensiones de los que deciden. En fin, hemos sufrido.
Pero hoy existe un renacer del cine cubano, con jóvenes independientes haciendo sus primeros largometrajes, un cine autóctono, netamente cubano. Los nuevos cineastas heredan esa tradición partiendo de concepciones estilísticas y conceptuales distintas, son muy irrespetuosos en el buen sentido, no hay conformismo y esto me agrada mucho.
El cine cubano tiene una gran relación con el público, especialmente por su capacidad iconoclasta; un cine que salvo excepciones no se caracteriza por ser oficialista o de propaganda política, sino por su visión crítica y autocrítica de la realidad. Han de ser las fuerzas vivas, la inteligencia de la nación, las que se ocupen de esa realidad, justamente evitando su deterioro, su deslegitimación.
Para seguir llamándose revolucionario, el cine cubano no puede ser conservador, debe ser un cine que apunte a aquellos aspectos de la realidad que merecen un enjuiciamiento, pero sin olvidar que a la capacidad ética de ser sincero ha de sumarse la ambición estética.
¿Cine pobre: la aventura de Gibara?
La noche del estreno de Miel para Oshún en Gibara fue muy contradictoria, porque yo había filmado aquí una secuencia donde se robaban una bicicleta, y cuando los espectadores vieron aquella escena se disgustaron, porque es una ciudad que es un paradigma de comportamiento civil. Yo había imaginado ya la idea de un festival donde se exhibieran películas de muy bajo presupuesto, y les lancé la propuesta de hacerlo en Gibara. Desde luego que les gustó la idea, y ahí comenzó toda una aventura donde yo tuve quijotescamente que enfrentarme a todos los dragones, a toda la mordacidad, la sorna, la risa, el escarnio, de mucha gente que se burlaba de la idea de un festival de películas pobres.
Pero el Cine Pobre no es cine carente de ideas o de calidad artística, sino aquel que se hace con restringida economía y que implica aprovechar esa misma revolución tecnológica que impulsa la globalización y la brecha entre naciones ricas y pobres, pero en sentido inverso. En el Cine Pobre no hay ortodoxia, nadie está obligado a una ideología estética, no es esa cosa cerrada de Dogma; la única prédica es una ética de cineasta. El Cine Pobre te da una gran libertad de autor; como artista tú eres muy libre, pero te tienes que acomodar a un presupuesto.
Por otra parte, el Festival invita a las manifestaciones de las artes plásticas, manifestaciones musicales y manifestaciones de artes escénicas, para que el evento no solo sea de cine, sino de todas las artes que contribuyen al arte cinematográfico.
Fuentes:
Todo sobre Humberto Solás, blog de José Antonio García Borrero (http://cine-cubano-la-pupila-insomne.nireblog.com)
La película que siempre quise hacer, entrevistado por Rafael Grillo, La Jiribilla, 2004.
Barrio Solás, Rafael Grillo, El Caimán Barbudo, 2008.
Dossier Los pasos y las huellas. Humberto Solás en la cultura cubana, varios autores, Cine Cubano 170, 2008.
Acerca de una estética del Cine Pobre, Humberto Solás, Diario del 5to. Festival del Cine Pobre.
Sorteando los riesgos de la franqueza. Entrevista a Humberto Solás, Joel del Río, Cine Cubano 160-161.
Humberto Solás, a un año de su desaparición física, blog de Carlos Barba (http://carlosbarbaab.blogspot.com/)
Humberto Solás, entrevistado por Carlos Barba para el documental Memorias de Lucía (http://carlosbarbaab.blogspot.com/)
Humberto Solás: La reinvención del cine cubano en el tiempo, entrevistado por Julio Moreno (http://sergiotrabucco.wordpress.com/2007/07/04/)
Cine y compromiso. Humberto Solás: por un arte inconforme, Lucía López Coll, La Gaceta de Cuba.

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